La Federación Internacional de Coaching (ICF) define el coaching como “colaborar con los clientes en un proceso creativo y que les inspire a maximizar su potencial personal y profesional” (https://experiencecoaching.com, último acceso 17/07/2024). El objetivo del coaching, según esta definición, es “maximizar el potencial personal y profesional”. Sin duda, eso significa que los clientes “aprenden algo” a través del coaching, ya sea en el ámbito personal o profesional o en cualquier punto intermedio. El aprendizaje se produce a través de la colaboración con un coach (no un profesor, etc.).
Las competencias básicas de la ICF (así como los estándares básicos del EMCC y las competencias AC) posicionan claramente al coach en el papel de facilitador del aprendizaje en lugar de profesor o impartidor de un plan de estudios predefinido. Un coach acompaña a un cliente en su camino de aprendizaje: en cada sesión, el cliente habla de sus propios objetivos de aprendizaje y, por lo general, termina diseñando experimentos, acciones u otras actividades de aprendizaje para después de la sesión. Esto claramente coloca al coaching en el terreno del “aprendizaje experiencial” de adultos, con ciclos de establecimiento de un objetivo de aprendizaje, planificación de actividades de aprendizaje, realización de las mismas, reflexión sobre ellas y establecimiento de un nuevo objetivo de aprendizaje (cf. Kolb, 1984).
Como, según la ICF, el objetivo del coaching es “maximizar el potencial personal y profesional”, cualquier otra forma de filosofía del aprendizaje sería difícil de conceptualizar o rayaría en lo poco ético. ¿Quién podría diseñar un currículo, un cuerpo de conocimientos, que fuera aplicable a todos los seres humanos del planeta? No todo el mundo tiene el mismo potencial, no todo el mundo tiene la misma definición de lo que significa “maximizar su potencial”. ¡Simplemente no podríamos idear “competencias para maximizar el potencial”!
Como no hay un currículo fijo, también es muy difícil determinar el progreso cuantitativamente. Cuando escucho “ROI del coaching”, siempre me pregunto cómo se podría medir, si ni siquiera se puede medir el progreso excepto preguntando a los clientes y sus partes interesadas si experimentaron un crecimiento. Y aún así, dado que el coach y el cliente co-crean ese crecimiento y no tienes otro universo en el que el cliente no haya sido entrenado para comparar, es muy complicado determinar cuáles fueron los efectos del coaching y cuáles fueron otros efectos que llevaron al crecimiento del cliente. Tal vez se habrían desarrollado por sí solos sin el coach, de todos modos.
La base del coaching en el aprendizaje experiencial conceptualiza el crecimiento como fluido y circular en lugar de lineal a lo largo de un camino predeterminado. Ahora bien, ¿por qué es útil esta idea para los coaches? Creo que reflexionar sobre cómo pensamos que se produce el aprendizaje y el crecimiento humanos da forma a nuestra postura como coaches. Si pensamos que sabemos, aunque sea mínimamente, qué debería desarrollar el cliente a continuación (pensemos, por ejemplo, en las ideas de los coaches sobre el cliente que usa su cuerpo, el cliente que pasa de un color de un camino de crecimiento humano al siguiente, el cliente que supera un síndrome, etc.), estamos entrando en un paradigma diferente y, en mi opinión, dejamos de ser coaches que se asocian con el cliente.
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Referencia:
Kolb, D. (1984): Aprendizaje experiencial. La experiencia como fuente de aprendizaje y desarrollo. Englewood Cliffs, NJ: Prentice Hall.